Decantar, como nos han enseñado en la secundaria,  es separar sólidos no solubles de un líquido de diferente densidad.  En el caso que nos atañe, decantar sirve para separar los posos o sedimentos propios del vino.

Los sedimentos del vino se forman en la botella, comúnmente, en vinos añejos, cuyo tanino ha formado largas cadenas que dejan de ser solubles y precipitan al fondo de la botella. También pueden estar presentes en vinos jóvenes que no han sido filtrados.

Para realizar la decantación de un vino, pasa la botella de posición horizontal con mucho cuidado a un cestillo o base que permita tener la botella inclinada. Con una servilleta de tela, limpie la superficie del corcho y la boca de la botella.  Descorcha la botella sin moverla para evitar que el sedimento se resuspenda. Retira totalmente la cápsula del cuello de la botella, necesitamos poder ver a través del vidrio.

Además de un decantador, que es un matraz de vidrio con hombros pronunciados y estilizados, necesitaremos de una fuente de luz; tradicionalmente una vela, ya en desuso. Los inconvenientes de utilizar una vela son que si esta se enciende con un cerillo, el ambiente se impregna de aroma a fósforo; la vela emite calor que, si no se realiza la decantación con cuidado podría calentar el vino; y al apagar la vela también impregna la atmósfera de la habitación con su característico aroma. Por eso, ahora preferimos utilizar una lámpara LED.

La fuente de luz nos permitirá ver el paso del vino por el cuello de la botella y detener el flujo (trasvase) cuando los posos se muestren en el líquido. El trasvase se debe realizar muy lentamente y de manera continua, ya que si regresamos la botella a la posición inicial el reflujo del líquido levantará los sedimentos del fondo. Detenga la decantación cuando comience a ver sedimentos en el vino que pasa por el cuello de la botella.

Ahora puede dar servicio al vino en cada copa sin riesgo de que haya sedimentos en el vino.

20 octubre 2022 — Miguel E. Serrano