En realidad no es tan nuevo, pero para los que crecimos escuchando a las abuelas y a las tías pedir un rosado dulcecito, como los de antaño, el vino rosado nos muestra hoy en día una cara mucho más interesante.

Hoy en día hay una gama mucho más amplia de vinos rosados en el mercado; vinos secos, con acidez fresca, algunos con ligero tanino y aromas que van desde fruta de pulpa con hueso, bayas o flores; algunos tan metálicos que nos hacen pensar en paisajes lunares o el interior de una caverna, de esas que están llenas de botelleros debajo de una ciudad.

 

 

El vino rosado, tras mucho esfuerzo, comienza a ganar nuevos adeptos. Conforme hemos ganado en consumidores más educados o, al menos, curiosos; también hemos conseguido paladares de mente más abierta. Hoy en día se corren riesgos muy interesantes como maridar filetes de res con vinos rosados secos, un plato de lentejas con carnitas de pato con un vino rosado especiado. En aquella regla decimonónica de maridaje que nos decía con qué comer carnes y pescados, estaba oculta la maravilla de que el rosado va con todo.

Si bien, antes los lugares por antonomasia para el rosado eran Tavel, Bandol y Navarra; los países del nuevo mundo han jugado un papel importante en éste nuevo escenario, con las técnicas de vinificación que conservan mayor frutalidad de uvas provenientes de latitudes más soleadas y con mayor libertad para los ensambles, los vinos rosados tienen una diversificación con la que hay suficiente variedad para agradar a casi cualquier paladar. Zonas vitivinícolas como el Valle de Colchagua, San Luis Potosí, Valle de Itata, Querétaro, California, Baja California y Coahuila se han unido a las regiones más tradicionales del viejo mundo para dar un nuevo significado al concepto de vino rosado.

22 julio 2018 — Bold Apps