Lo primero que llama la atención de un buen Malbec, es su color. Si se trata de un vino joven, es casi segura la aparición de rasgos azulados o violáceos muy marcados que permanecen durante los dos primeros años de vida.

Con el tiempo, un Malbec sin madera evoluciona hacia el rubí medio para empezar a reflejar tonos de teja y marrón luego de cuatro o cinco años. Si el vino es muy concentrado y gozó de los beneficios de una crianza en barricas de roble, seguramente los azules serán firmes pero no tan brillantes, y esto se mantiene así hasta los primeros tres o cuatro años en botella. Luego comienzan a vislumbrarse matices tintos y eventualmente café, siempre dentro de un aspecto bien oscuro y compacto. Este período cromático puede llegar a ser muy extenso, ya que el Malbec maduro de estilo pesado y grueso tiene una enorme capacidad de evolución en el tiempo y su color tarda realmente mucho en degradarse.

 

 

Para definir su aroma, bastaría por decir que es un tinto muy afrutado, cuando es joven, y muy complejo cuando ha envejecido bien en madera y botella. En esos casos, la suma de sus cualidades en la boca le dan ese típico perfil de vino espeso, voluminoso, carnoso, sin llegar a ser nunca agresivo como un Cabernet o un Syrah. Los aromas más comunes que pueden aparecer en el Malbec según su estilo son:

  • Malbec joven, sin paso por roble: ciruela (a veces caramelo de ciruela), guinda, menta.
  • Malbec bien estructurado, con crianza en madera: ciruelas secas, café, trufas, pasas de uva, chocolate, torrefacción (esto depende mucho del grado de tostado del roble en que permaneció el vino).
  • Malbec añejo, largo tiempo en barrica de roble y botella: tabaco, pimienta, cuero, anís, canela, almendras tostadas.

Tal vez sea en la boca donde el Malbec exprese sus diferencias más importantes, ya que es una de las pocas variedades que combinan cuerpo con untuosidad. El cepaje tiene una buena cantidad de taninos que le permiten producir vinos voluminosos, corpulentos, densos y espesos.

Por otro lado, esos taninos no son ásperos ni agresivos, no producen esa sensación de que "se secan las encías", algo tan común en el Cabernet o el Syrah. Muchas veces se habla de los taninos "dulces", "redondos" o "grasos" del Malbec, que le brindan su capacidad para colmar el paladar sin resultar chocante y agresivo.

El Malbec tiene rasgos salientes que le dan sabor y carga gustativa, pero sus taninos son redondeados, por lo que esa agresividad gustativa y táctil no se nota en el paladar. Obvia decir que esta enorme virtud se puede ver mejorada cuando se usan uvas bien maduras, provenientes de viñedos bien manejados, a lo que se puede sumar una eficiente vinificación y un estacionamiento en buena madera de roble.

11 marzo 2016 — Juan Sotres